Contemos historias. Historias cotidianas de esas que forman y conforman el alimento esencial, esas mondas y migajas, y qué mejor manera de hacerlo que mediante las imágenes y los relatos de todas. 
Algo habitable
Algo habitable

Algo habitable

Melilla es una ciudad autónoma perteneciente a España, situada en el continente africano y punto clave como frontera sur de Europa. Por ende, tiene unas características muy peculiares que hacen que sea una ciudad de excepción. Cuenta con la famosa FRONTERA INTELIGENTE: una triple valla de 12 kilómetros que cerca la ciudad. Hace unos meses remodelamos su imagen. Se mantienen las garitas de control, los cuartelillos, los puestos fronterizos, las patrullas y los vehículos, las cámaras de vigilancia con alta tecnología de reconocimiento facial, sensores de movimiento, luces de alta intensidad… Sin embargo, las concertinas ya no rajarán la piel. Así mejor: negociaremos con los cuerpos enteros que los desgarrados quedan muy feos. También quitaremos la sirga que si no se quedan atrapados entre la misma. ¿Y qué incluiremos? ¡Barrotes semicirculares a buen precio! Subiremos un poquito más la altura de la valla para batir el récord y, si quieren participar, que traigan una pértiga porque es difícil meter los dedos. Conforme a nuestras ideas, reciclaremos. Las cuchillas se colocarán en el lado de Marruecos y si se cortan, que sea cosa de ellos, el cacho sobrante, se empleará para cercar el camping, no sea que “los gamusinos” se cuelen en nuestros sueños.

A los vecinos les abrimos el Paso. Durante el día: libre circulación del personal y de los fardos. ¡Viva la libertad de mercado y el contrabando legalizado! Entrada y salida de mercancía. Sin costes adicionales y por un mísero salario. Exención de visado para los nacidos en Nador y Tetuán; importante fomentar los lazos. Cuando acabe la jornada, cada cual que duerma en su hogar. Evitemos encontronazos.

Esta permeabilidad la ha frenado la pandemia y ahora el Barrio Chino está más vacío que nunca. Sin aglomeraciones, sin colas, sin esperas, sin mujeres porteadoras cruzando la frontera.

Pasemos a otro tema. También hay una zona de fronteras viejas: Fortalezas, baluartes, frentes de muralla, fosos o estatuas de guerra. Hemos aprovechado y remodelado otros espacios, convirtiéndolos en Centros de Internamiento para los allegados. Los antiguos cuarteles militares servirán para alojar tanto a mayores como a menores; aquí acogemos y enjaulamos sin pretextos. De vez en cuando hacemos excursiones al desierto sin billete de regreso. Sin costes. Y lo que es aún mejor, para este viaje no hacen falta papeles. Dejemos ya ese cuento. Tampoco firmamos derechos humanos, de hecho, ni siquiera los topamos. Exponemos los tanques en las calles. ¡Apunten al Mediterráneo! ¡Cuidado! No vaya a ser que se avecinen ballenas entre los cuerpos varados y nos pillen desarmados.

Hablando de humanos. Las gentes de Melilla se enumeran por momentos. Hay personas contables e incontables. Se dice que hay entre 30.000 y 40.000 habitantes al margen de los datos oficiales. Viviendas invisibles y habitadas, especialmente en los barrios del Monte de María Cristina, Reina Regente, Cabrerizas y la Cañada. Personas que han nacido en Melilla y no pueden acceder a ser nacionalizadas. Paradojas en la ley contempladas. Generaciones pasadas que luchan por ser registradas y empadronadas, ¡cómo para encima ser nacionalizadas! Únicamente solicitan un documento para ser ciudadanas, pero la violencia institucional y estructural juega malas pasadas.

Habréis oído eso de que es “la pescadilla que se muerde la cola”. Pues bien, en Melilla debe haber bancos y bancos de ellas, esperando a ser pescadas. Numerosas viviendas de estos barrios no están registradas. Si no hay vivienda, no hay quien viva en ella. ¿Cómo vas a empadronarte? ¿Solicitar un permiso de residencia? ¿Alquilar una vivienda documentada? ¿Trabajar y cotizar? ¿Quién se ha atrevido a preguntar? Ya ni hablemos de tener una cuenta bancaria, una cartilla del médico, pasar la ITV del coche, ni llevar a tus hijos al colegio. Pero… Un momento. ¿No es obligatorio en España ir al colegio hasta los 16 años? Cosas de la península que no contemplamos. Decenas de niños y niñas han necesitado 5 años para ser considerados: peticiones, manifestaciones, ruedas de prensa, familias, colegios, asociaciones… Ha habido que mediar con las instituciones que, en ocasiones, respondían con órdenes de expulsión de cara a la deportación. De ahí los informes del Defensor del Pueblo y las resoluciones de la ONU mediante el Comité de los Derechos del Niño. En fin, ¡un abuso! Tras esta constante incertidumbre y ese largo trance burocrático, este mismo curso 160 niños y niñas han podido matricularse. Gracias, conciudadanos. Habrá que ir gestionando las matrículas de los bebés que aún no han llegado.

Esto ha ocurrido en los barrios que antes comentábamos, donde viven personas invisibles de cara a la administración, pero palpables en relación a otra serie de problemas sociales: personas que trabajan a cambio de nada, tráfico de drogas, menores objeto de trata, mujeres sometidas o casi secuestradas, violencia de todo tipo e incluso armas.

Volviendo a las viviendas, por otro lado encontramos casas vacías: jubilados peninsulares. Esos que viven en la península, dicen amar Melilla y evaden impuestos a raudales. Prácticas habituales justificadas en que “todo el mundo lo hace”.

Como comentábamos previamente, tenemos centros de menores donde los chicos pueden alojarse. El más destacado es el Centro educativo residencial Fuerte de la Purísima Concepción, antiguo fuerte militar. Por lo que parece, aún conserva su modus operandi: disciplina a base de mano dura. Recordemos que es un centro abierto, los chicos viven ahí por la simple razón de ser menores de edad. El Estado tiene la obligación de brindarles tutela, guarda y custodia hasta su edad adulta. Lo intentan. Para ello, los menores disponen de un servicio de seguridad privada. Dentro, falta de saneamiento, hacinamiento, penosa y carente alimentación, escasa higiene, frío y ausencia de agua caliente, aguas fecales corriendo por las calles…La convivencia no contrarresta esta situación; el clima gira hacia los malos tratos, episodios de agresiones sexuales, drogas, violencia, incluso apuñalamientos y algún que otro fallecimiento. Esto ha acarreado despidos puntuales entre los profesionales y un largo historial de denuncias que por alguna razón han quedado en un cajón. Y ya puestos, comentar las irregularidades del personal y sus contratos, además de su escasez de formación y falta de competencias.

Todo ello ha supuesto un gran caldo de cultivo. Estas estructuras “de acogida” se mantiene como un “tinglao” que estremece, no presta servicios y, a su vez, da mucho dinero. Goza del incumplimiento de unos mínimos derechos hacia los residentes, tanto durante el tiempo que se encuentran viviendo allí como de cara a su salida, pero gubernamentalmente se evaden las responsabilidades. Requisito mínimo e indispensable es empadronar a los menores en el centro, hecho que muchas veces ni llega a tramitarse, lo cual imposibilita el acceso al permiso de residencia, a todo lo comentado con anterioridad, y a un completo desamparo al cumplir la mayoría de edad. Aunque las cosas han mejorado sensiblemente con el gobierno actual, la herencia recibida es difícil de cambiar.

Ante este ambiente, algunos chicos prefieren vivir entre las peñas, dormir en los barrancos y deleitar el mar, resguardarse del frío y de las redadas policiales, sanar heridas amparándose en el refugio de las adicciones, y ser objeto de desprecios e insultos, intentando no olvidar sus nombres. De vez en cuando, tratan de colarse en un barco o en los bajos de un coche. No olvidemos que Melilla no deja de ser una ciudad de tránsito. El destino final es la península o en su mayoría, otros países europeos.

Ante la pasividad del gobierno local para hacer frente a la situación, existen voluntarios, redes vecinales, iniciativas no gubernamentales y otras más formales. Algunas reciben fondos y otras arriman el hombro. Destacar a la Asociación Pro Derechos de la Infancia (PRODEIN), o la Asociación Nana, además de propuestas no estandarizadas como el programa Cañada Viva nacida de la AMPA del CEIP León Solá, o el Grupo de Jesuitas. Colectivos que conviven con la realidad en el día a día, tratan con las personas, asesoran, fomentan la educación y el ocio con los más pequeños, construyen un clima de convivencia, y, a su vez, denuncian continuamente el incumplimiento de los Derechos Humanos.

También hay ONG de las grandes, de “las sonoras”. Por allí rondan las ya destacadas Cruz Roja, Melilla Acoge, Accem, Medicus Mundi o Save the Children, que basan su actividad en un asesoramiento formal pero su denuncia ante la realidad es insuficiente.

  • Destacar que la narración del Centro de menores corresponde al año 2019, cuando se tomaron las imágenes, y a fechas previas a marzo del 2020, cuando vivíamos en una vida pre-COVID. Actualmente la presencia de los chicos es ínfima por una simple razón: la frontera está cerrada a cal y canto, exceptuando aquel famoso episodio de mayo. Por si no conocéis el desenlace, la gran mayoría de las personas fueron deportadas. En 2021, se habla de una reducción del 75% de las personas inmigrantes que han llegado a Melilla. Esta situación también ha provocado que se descongestione el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde llegó a triplicarse la cifra de personas residentes, en relación a las plazas vigentes. La pandemia también ha supuesto la paralización de los trámites burocráticos durante periodos como el estado de alarma, y por ende, prórrogas en la documentación caducada y en las estancias en estos dispositivos de salvaguarda. Por otro lado, y como ha ocurrido de forma generalizada, han crecido las complicaciones para la empleabilidad, el acceso a las viviendas y la cobertura de las necesidades básicas.

Aquí queda la duda de qué pasará cuando se suavice la COVID-19 y se reabran las fronteras terrestres, marítimas y aéreas… ¿Tomaremos nuestras responsablidades o seguiremos externalizando las fronteras?

Toda esta información se puede contrastar y corroborar en diversos medios de comunicación como el País, la Razón, el Mundo, el Diario.es, Digital Melilla, el Faro de Melilla, Europa Press, Público.es y en el informe anual de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), entre otros.

Melilla, España